Podemos pensar que estamos determinados por nuestra historia, por lo que vivimos en los inicios de nuestras vidas cuando aún no teníamos herramientas para lidiar con la realidad. Por otro lado, también podemos pensar que somos libres de hacer con nuestra vida lo que queramos, y que la historia no es más que una suerte de excusa para no hacerlo.
Podemos adoptar y afirmar cualquiera de las dos posturas, y lo más probable es que lo hagamos desde el sentimiento que tengamos respecto a nuestra realidad. Sigo afirmando que uno no elige una postura filosófica en base a la meditación concienzuda; sino que uno ya tiene una forma de ser en el mundo y toma la filosofía que mejor lo representa; adopta un marco favorable.
Disfruto de pensar, más allá de lo mucho o poco que me resulte. Así y todo nunca, por vueltas que le dí, pude adoptar plenamente ninguna de las dos ideas. Este problema de la Libertad siempre me abrumó.
Sin embargo, no hace mucho me encontré con una frase de Jean Paul Sartre que vino a darme un poco de paz al respecto y decidí adoptarla plenamente: “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”.
Al principio la tomé como una especie de síntesis dialéctica de las posturas antes mencionadas, pero inmediatamente noté que se trata de una afirmación tajante de la libertad. Afirma categóricamente que no estamos determinados. Es decir, si bien es cierto que “nos hacen” de determinada manera, también es cierto que siempre existe la posibilidad de actuar sobre lo que hicieron de nosotros.
Dice, más claramente, que no podemos escapar de la libertad, así como no podemos escapar de la responsabilidad.
¿Y el orgullo?
De la misma manera que detesto las fotos morbosas en internet con un supuesto mensaje moral, es que prefiero evitar la morbosidad de contar mi historia. No tengo nada que esconder ni lamentar, pero las redes sociales suelen ser demasiado retorcidas como para alimentarlas con algunas historias de vida.
Pero lo que puedo decir es que, personalmente, tengo una sola cosa de valor; hay una única cosa que me hace sentir orgulloso. En momentos en que lo único que tenía era lo que llevaba puesto, sabía que había algo muy valioso que nadie nunca me iba poder quitar. Lo que dice Sartre ¡Lo que hice con lo que hicieron de mí!
Soy libre y responsable de todas mis cagadas, que son muchas, pero no me escudo en mi infancia. Con mis padres tendría excusa para ser asesino serial. Pero si me hicieron mierda no es una mala noticia, sino una prueba acorde a mi voluntad de superación. Si me equivoco es por pelotudo, nada más; y entonces trato de corregir lo que puedo y sigo. Así y todo, cuando veo de donde vengo, pensar que fui el único y libre artífice de mi realidad actual me llena de orgullo. No tengo ninguna otra cosa buena, pero ese sólo orgullo para mí es suficiente.
Y por mi condición e historia ¡Y por orgullo! es que elijo ser ferviente e incondicional defensor del concepto de libertad. Es por eso y no otra cosa que no acepto el clásico “Pero pobre, es así por lo que vivió”, porque así como yo, conozco varias personas que tuvieron infancias espantosas y no se transformaron en algo “así”, sino que se cargaron su vida al hombro y operaron una metamorfosis a fuerza de voluntad.
Que cada uno se construya su motivo de orgullo, o se retire con sus pretensiones de fatalidad a otro lado.
La suerte no discrimina, no te toma de punto. En cambio la voluntad es totalmente personal y sólo la puede poner uno, ahí no hay tutía. No hay buena o mala suerte (y si la hay es para todos igual), pero lo que sí hay es mayor o menor voluntad. Ahí se ven los pingos.