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miércoles, 10 de julio de 2013

El mundo de Eleodora

La semana pasada anduve de visita por casa de mi amigo Alberto Fornato. Entre mate y mate, saborizado con unas cascaritas de huevo para reforzar la ingesta de calcio, recordábamos algunas anécdotas relacionadas con su hija Andorra.
Entre otras historias, Alberto me contó sobre el día en que la niña nació. Al salir Andorra del vientre materno lo primero que hizo fue ver la cara del médico que asistía el parto, luego balbuceó algunos sonidos incomprensibles y rompió en llanto. El médico, que no decidía entre sorprenderse y asustarse, asegura haber notado perfectamente que la pequeña lo miraba y le decía “Uy, em vaig baixar malament”, que en un claro catalán significa “¡Uy! Me bajé mal”.
Alberto y su esposa dieron al milagroso hecho una importancia fundamental y acordaron que la pequeña debía llamarse Cataluña o Barcelona; pero por el bien de la niña finalmente decidieron que Andorra era más apropiado.
Andorra es hoy una joven inteligente y con una belleza pronunciada (pronunciada especialmente por hombres desconocidos que la ven por la calle, para desgracia de su padre). Cuando Andorra era pequeña tenía un apego especial por Eleodora, quien solía ayudarla con su estudio. La familia de Alberto cuenta desde hace muchos años con el placer de conocer personalmente a Eleodora, quien fue protagonista de varias anécdotas junto a Andorra. Ese día Alberto me refirió una de ellas.

En una tarde de domingo lluviosa, de esas que no dan tregua, la calle se encontraba completamente anegada y desierta. Eleodora solía aprovechar esos días para salir a pasear. Decía que así evitaba tanto los saludos de cortesía de conocidos, así como el tener que esquivar a extraños.
Eleodora caminaba pensativa y sin paraguas, como a ella le gustaba. Al notar que la puerta de Alberto estaba en su camino decidió detenerse unos minutos para devolver un destapador que había tomado prestado en navidad y que ese día llevaba a modo de llavero.
Alberto la hizo pasar y luego fue en busca de una toalla. Para cuando volvió era tarde, Eleodora ya se había secado utilizando una pequeña alfombra con la inscripción “Welcome”, que había encontrado al pie de la puerta.
Eleodora pasó a la sala y se encontró con una Andorra abatida entre España y Francia. La niña no daba pie con la historia de ambos países. Pero lo que más angustiaba era una breve monografía que debía realizar sobre Introducción a la Filosofía. Eleodora no soportó ver a la joven tan preocupada y se ofreció a ayudarla con aquel infausto tema.

Alberto me facilitó algunas anotaciones de Andorra conteniendo indicaciones de Eleodora, prácticamente textuales, sobre las que se basó para realizar su monografía. Las transcribo a continuación:

Sócrates: La mayéutica de Sócrates dice que cada uno contiene en sí mismo todo el conocimiento, y que éste puede ser obtenido en base a preguntas eficaces. Pero no aplica entre mujeres y hombres. Si una mujer le pregunta demasiado a un hombre sólo obtiene pánico, paranoia o fingida ignorancia, pero jamás conocimiento genuino. Llegado el caso tenés que dar apenas algunos claros indicios y dejar que las ideas le lleguen solas, o no lleguen jamás.

Platón: El ideal existe en otro mundo que no es este (valga la redundancia). Por ejemplo, Robert Redford pertenece al mundo del cine. Y en este mundo, que sería por ejemplo Lanus, tenemos copias imperfectas. Pero ojo, que algunas son más imperfectas, como tu portero. Ahora, ni en pedo te metas en una caverna seducida por obritas de sombras chinescas. Mejor andá tras el fuego de Prometeo, o de quién te prometa y te cumpla ¡A fuego! como dicen en centroamérica.

Aristóteles: Decía que el conocimiento es placentero. Si no, mirala a tu vecina cuando se queda en la puerta o se junta con otras viejas en el almacén. Se le hace agua la oreja a la chismosa. Pero ojo, que la gente piola sabe que a veces el enemigo del placer es preguntar lo que uno en realidad no quiere saber. Aristóteles también decía que la felicidad es el desarrollo de virtudes tales como la razón. Pero si viviera hoy creo que aceptaría que ser feliz y tener razón van por caminos algo distintos.

Descartes: Pienso, luego existo. Me quedo con el original en latín “cogito ergo sum”, que suena mejor. Y suena mejor todavía si uno no sabe latín (así como sugerente ¿no?).
Si no pensás, la podés pasar muy bien y es una excelente opción. Pero si pretendés asentar tu existencia vas a tener que pensar. Eso sí, exagerando con el pensamiento podés terminar con una existencia solitaria. Aunque a veces es un buen filtro tampoco es de lo mejor. Descartes, como miembro de la masonería que era, solía usar una de las principales frases de la logia: Siempre una de cal y una de arena.

Kant: Nada de lo que percibimos es la cosa en sí. Pero nada es más la cosa en sí que cuando, por ejemplo, pisamos un rasti descalzo. Ahí percibimos la cosa a través del dolor. Pero no hay que dejar de considerar que si nos permitimos el rostro desencajado y las puteadas, entonces perdemos la categoría, que dicho sea de paso, a priori no viene de nacimiento. 

Hegel: Tenemos la tesis, luego surge la antítesis y de éstas se crea una nueva realidad llamada síntesis. Es como cuando tenés un amante, y justo llega un segundo amante y se encuentran. Si pueden seguir los tres juntos como si nada entonces se produce la síntesis, es decir, una nueva realidad superadora.

Andorra no sólo reprobó su monografía de Introducción a la Filosofía, sino que la profesora le dijo que nunca iba a poder entender de qué trataba el pensamiento, porque carecía completamente de lo que era necesario para ello.
En aquel entonces Andorra desoyó a su profesora y se aferró a las palabras de Eleodora.
Sería exagerado pensar que esto tuvo algo que ver con el destino dispar de estas mujeres, ya que apoyamos la creencia de que se elige la filosofía en base a los principios personales y no al revés. Sin embargo, Alberto no deja de sostener la influencia que tuvo la personalidad de Eleodora en Andorra (la niña, no así el principado).
En definitiva, con el paso de los años Andorra creció y se convirtió en una joven virtuosa y feliz; mientras que su antigua profesora, amante de la filosofía clásica y no por eso eximida de necedad, cayó primero en el alcohol. Esto no le bastó y se volcó a las drogas. Luego fue detenida y encerrada por tráfico, ya que no pudo demostrar que la alta cantidad de estupefacientes que poseía era para consumo propio.

En uno de los márgenes del cuaderno de anotaciones pude leer a Andorra citando una frase de Eleodora, que al parecer la impactó profundamente, ya que aparece subrayada con notoria fuerza:

“Si la filosofía no se hace para la vida, vale menos que un vaso de Hesperidina ¡Salud!”

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