Avanti, bersaglieri, che la vittoria é nostra!

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Eleodora y Aristóbulo - Parte II

Aristóbulo y yo seguimos a Eleodora hasta una puerta oscura de metal. Ella da tres golpes firmes. Se abre la mirilla y alguien desde adentro pregunta -¿Qué somos?- Eleodora responde -Tiburones- El metal cede en reconocimiento del salto y seña, y la puerta se abre. Un moreno de un poco más de dos metros se posiciona bloqueando la entrada, de manera que sus hombros se encajan a presión en ambos extremos del marco. En un acto de intimidación deliberada tensiona sus tríceps y la presión sobre el metal hace que éste ceda unos milímetros, desprendiendo además parte del revoque. Luego esgrime una mirada desafiante, iracunda, violenta, que nos empuja hacia atrás. Eleodora resiste los feroces ojos del moreno sin siquiera pestañear, aunque la hebilla que le sostiene el flequillo se parte emitiendo un crujido metálico. Los ojos del negro, inyectados en sangre, de repente se aflojan y una sonrisa se dibuja en su rostro. Eleodora entonces se le acerca y le dice -Bien. Bien. Te sale bien. La próxima te enseño la mirada que hace aflojar el vientre- El gigante sonríe, le da un abrazo que la cubre casi por completo y le dice -Pasá, Eleo, se te extraña por acá; y perdón por lo de la hebilla- Mientras entramos le hago notar a Aristóbulo que salir con Eleodora es como subir a una montaña rusa de bajo presupuesto. Me mira sin entender, mientras se hurga una oreja con el meñique derecho.

Luego de franquear la puerta, recorremos un pasillo e ingresamos a la parte más grande del local, cuyo centro alberga una pista con piso de madera donde varias parejas bailan tango al compás de un pequeño y talentoso cuarteto. Algunos bailarines visten a la moda de los años treinta, aunque en general se vislumbra una masa en la que se funde un cambalache de estilos. Eleodora nos hace una seña pidiendo que la dejemos sola. Entonces me dirijo tras Aristóbulo, que encaró sin titubear hacia la barra.

Aristóbulo y yo nos acomodamos en las banquetas del bar. El bartender nos saluda con un ademán, sin dejar de mirar a una pareja de septuagenarios que ganó el centro de la pista a fuerza de movimientos elegantes y apasionados. El hombre toma con vigor y delicadeza a la vez la cintura de la mujer, mientras dibujan figuras hipnóticas. Los pies ejecutan con precisión todas las variaciones, hasta que el reuma los obliga a sentarse un rato.
Giro la cabeza y busco curioso a Eleodora. La encuentro dirigiéndose a un reservado donde un rubio de pinta eslava la observa acercarse. El blondo viste una camisa clara, con mangas dobladas hasta los codos que dejan ver sus intimidantes antebrazos de acero cubiertos de tatuajes oscuros. Desde donde estoy creo leer un par de inscripciones en trazos negros. Uno de ellos dice “Bóg i ojczyzna” y el otro “Honor jest cisza”. Claramente polaco. Es el tipo de tatuajes que suelen llevar los grupos criminales de Europa del Este. Me preocupo. Miro a Aristóbulo, pero él parece demasiado ocupado en vigilar que no escatimen en la Hesperidina que le están sirviendo. El polaco me da mala espina, pero Aristóbulo no me presta atención y juega con el contenido del vaso, mientras se dedica a realizar un inventario de la concurrencia femenina.
Vuelvo a mirar a Eleodora y la sorprendo pasando disimuladamente un pequeño papel doblado hacia la mano del polaco ¿Qué es? ¿Cocaína? No es posible (la canción de JJ Cale resuena en mi memoria). El polaco guarda el papel en el bolsillo del pantalón y con la otra mano le pasa un billete. Luego le besa la frente ¿Y eso? ¿Qué significa? ¿Será el sello de un negocio, o acaso el clásico beso de la muerte de los bajos círculos de Varsovia?

Entre indignado y sorprendido tironeo a Aristóbulo de una manga, como si fuera un niño asustado llamando la atención de los mayores. Esta vez me mira y me dice -Sí, ya sé, está haciendo una entrega. Es una de las actividades con las que mantiene su economía-
-¿Desde cuándo Eleodora pasa coca?
Aristóbulo arranca con una carcajada estertórea que termina en ataque de tos. Cuando logra componerse me explica -El rubio se llama Aurelian Podolski y le va la poesía. Eleodora lo ayuda con correcciones. Aurelian le pidió que le corrigiera un poema que compuso para su novia y le acaba de pasar esas mismas correcciones en un papel.
-¿Por qué no pasa las correcciones por mail?
-¿Y perderse esto? Eleo dice que prefiere ver y escuchar a la gente, y leerla sólo cuando ya espicharon.
-¿Y los tatuajes?
-Me parece que son las marcas de pertenencia a un club literario de Varsovia. Pagás una cuota y te mandan todos los meses dos libros a elección de un catálogo. La condición es que te hagas los tatuajes, que vienen bonificados el primer mes. A estos clubes literarios de Europa del este muchos los consideran grupos criminales de los más peligrosos.
-Hubiera jurado que realmente era un criminal
-Las cosas no siempre son lo que parecen. Por ejemplo ¿Ves el tipo que está a mi izquierda, justo al lado? Bueno, le hace planchar la camisa a la jermu antes de salir de trampa. La mina lo sabe, y sufre, y a este hijo de puta le chupa un huevo.
-¿Cómo sabés?
-Un clásico. La diferencia de color en la piel del dedo anular izquierdo forma la marca de un anillo, que se sacó. Además tiene una marca de presión en ese mismo lugar. Eso es porque se sacó el anillo hace menos de una hora. La camisa está impecable como si la hubiera planchado un japonés con insomnio, pero el tipo tiene las uñas que parecen cortadas a cuchillo. Si así se cuida las uñas ni en pedo te plancha una camisa con tanta gana. Se la planchó otra persona. Si te fijás en la espalda tiene la parte baja hecha un bollo. Un planchado de tintorería no te deja la camisa sin terminar de planchar. Se la planchó un conocido. El orden del planchado de alguien que sabe es empezando por el cuello, después hombros, puños, mangas, pechera y por último la espalda. Alguien empezó a planchar y paró justo antes de terminar. En medio de la espalda, entre las arrugas tiene una mancha; una mezcla de un líquido algo turbio con un residuo sólido de color negro. El tono y forma es el que deja una lágrima teñida con rimel y delineador de ojos. La mancha es redonda y no hay otras salpicaduras. Cayó perpendicular y de cerca, de alguien que estaba sobre la espalda de la camisa en posición horizontal. Tiene que haber sido mientras la planchaba. Las arrugas a la derecha de la mancha tienen cinco puntos donde convergen, según el tamaño y posición, los dedos de una mano femenina en forma de garra. Eso es de una mina hinchada las pelotas. Así que juntamos todo y tenemos que la esposa planchaba; se puso a llorar sobre la camisa; después se calentó, agarró la camisa con fuerza y dejó de planchar. Porque el tipo le hace planchar la camisa antes de salir de trampa ¿Entendés? Y encima ella lo sabe, o por lo menos lo sospecha. Y sufre como una condenada por culpa de este pedazo de hijo de puta.

Pasa más de un minuto hasta que puedo articular la primera frase y no es precisamente algo brillante, sino un simple “¡A la mierda!”
Jamás había pensado que Aristóbulo podía tener tal poder de percepción y deducción. Lo siguiente que le pregunto es por qué no utiliza ese talento, a lo que responde -Por lo que te dije: no todo es lo que parece. Este tipo puede ser el hijo de puta que te canté, así de convincente como suena la historia que armé. Pero eso pasa en la tele nada más. Por ahí la mujer del tipo se acaba de ir a la mierda con su socio. En medio de la depresión salió a visitar a un amigo para distraerse un rato. Mientras esperaba la cena en lo de su amigo se arrodilló para jugar a los autitos con uno de los pibes; vino otro para mostrarle unas acuarelas de mierda y le dejó caer una gota de negro aguachento en la espalda. Cuando se levantó para darle bola, el otro no quería perder la atención y lo agarró de la camisa a la altura de la espalda, un poco fuerte y se la arrugó toda. Cuando terminó de cenar decidió salir un rato más a otro lado donde por ahí se pueda divertir, y se animó por un rato a sacarse el anillo para ver si podía encontrar un oasis así de chiquito en medio de un desierto de angustia. El Estudio en escarlata está buenísimo, pero es nada más que un entretenimiento. Y lo que realmente importa en la vida viene a ser mucho más complicado, y no te lo descifra ni Sherlok, eso te lo puedo asegurar.

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