Avanti, bersaglieri, che la vittoria é nostra!

viernes, 19 de abril de 2013

Decisiones


¿Que elijo?

Otro tema íntimamente ligado a la libertad.

¿Cuántas veces nos quedamos duros como cogote de yesero ante una encrucijada fundamental?
No hablo de la cara de pavo con la boca entreabierta, pecho sobre el mostrador y mirando el cartel de gustos en una heladería mientras entramos en un interminable ”¿frutal o de crema?”.
No señor, yo hablo de esas decisiones que implican cambios fundamentales, en el sentido de que “fundan” nuevas realidades.
¿Por qué cuestan tanto esas decisiones? ¿Por terror a equivocarnos?
“¡Ho, ho, ho, pequeños amos!” (a ver quién se acuerda del camello Kaboobie)
No es el miedo al error sino el impulso de no querer soltar nada. Nos quedamos paralizados como un chico que llena sus brazos con todos los juguetes que puede y no se decide a jugar con uno por no soltar los demás.

¡Ese es el punto! ¡No queremos soltar ninguno! ¡Somos mezquinos!

No decidir también es una decisión, pero es la peor de todas porque es la menos libre. No queremos decidir y nos encadenamos solitos a todas las posibilidades sin ver que son ataduras que paralizan nuestras manos. Quedamos presos en nuestra mezquindad, prefiriendo no disfrutar con tal de no perder nada. Y ahí es cuando más nos perdemos, porque creyendo no dejar nada es que no tomamos nada tampoco.

Es jodido, y a veces bien jodido. Algunas decisiones implican soltar un cacho de alma y otras incluso perderlo todo. Y soltar algo que es parte de uno es como morirse un poco ¡¿Quién mierda quiere morirse de a pedazos?! Y así es que algunas decisiones cuestan días oscuros de una melancolía que no parece que fuera a soltar, y donde lo elegido no parece que valiera tanto dolor. Pero también hay otros momentos donde el dolor amaina y un pensamiento más lúcido nos palmea la espalda.

¿Y cómo se hace para decidir?
Hay que ser capaz de soltar todo, incluso la propia vida ¡Mirá lo que te digo!
Cuando uno sabe que siempre puede seguir de alguna manera y reconstruirse a partir del mínimo hilo de pensamiento, sin nada, de cero, y lo elige como realidad fundante, entonces se encuentra preparado para tomar decisiones con total libertad. Y ahí sí, ganamos todo lo que es realmente importante: Ser artistas de nuestra propia vida.

Ahí, señores, viene la segunda parte de la cuestión. Ahí se ve de qué madera está hecho uno. Cuando podemos elegir sin titubear cualquiera de las realidades posibles y bancarnos el dolor de cualquier pérdida, entonces somos realmente en nuestra esencia, y lo mostramos en la calidad de nuestras decisiones.

Para ser grande primero hay que ser libre.

2 comentarios:

  1. Hola Martín, te pido disculpas si queda desubicado mi comentario (ya que creo que jamás hablamos en persona en el Núcleo), pero describiste muy claramente algo que vengo tratando de poner en palabras hace mucho. Sobre todo cuando hablás de la decisión que implica el no decidir. Nos acorralamos en un lugar cómodo, sin darnos cuenta de que de a poco vamos dejando de ser. Soltar las riendas de tu vida, (a veces a la fuerza) asumiendo el dolor de las pérdidas que conlleva a cualquier nivel, te puede llevar a lugares inusitados (y quien te dice, hasta encontrar tu felicidad). Saludos, Andrea.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Andrea, para nada desubicado.
      Muy claro y esperanzador tu comentario. Muchas gracias!
      Y me alegra que lo que hago sirva para despertar un sentimiento catártico. Creo que es la mejor parte de estas cosas.
      Saludos!

      Eliminar