El post anterior sobre "Madurar" lo basé en un mail que envié como saludo de año nuevo.
Una gran amiga, que conoce dicho mail, expresó su indignación por haber malogrado el texto original con el post sobre la madurez. Bah, yo interpeté esto basándome en la expresión de su cara, mientras decía "¿Qué carajo hiciste? lo arruinaste", o algo así.
Me parecen similares, y quizás el original tienen la ventaja de ser más corto. Es decir, por suerte se termina pronto.
En fin, decidí incluir un nuevo post con el texto original por dos razones simples. La primera y más importante es la admiración y cariño que tengo por esta amiga, y la segunda es por la fe de ratas que tengo en mi criterio con estas cosas... ¿que se yo, qué tanta explicación?
Uno se convierte en una persona madura, entre otras cosas, cuando opera esa bisagra que deja atrás la alegría convulsiva y sin motivo dando pie a un deseo irrefrenable de tranquilidad.
Las largas y jocosas borracheras en las noches de juerga se convierten en un recuerdo de penosas resacas mientras el resto queda en el olvido, y persiste un único deseo de paz, un anhelo que repite desde las entrañas un persistente “no me rompan las bolas”.
Por un lado, es una buena noticia que la inquietud existencial que da movimiento a la vida deje de apaciguarse mediante el simple aturdimiento de la sensibilidad; dejando de lado los estímulos que aturden los sentidos y evitan momentáneamente la percepción de la inquietud última: la existencia. En otras palabras, dejando de ser un juerguista alcoholizado al que le chupa todo un huevo.
Es una muy buena noticia cuando eso da lugar a otros goces, como el artístico o el del amor, que en lugar de evitar el problema último y definitivo intentan una comunión con la realidad trágica y buscan un sentido; intentando un halo de luz en medio de la mierda, pero adentrándose en la mismísima mierda en lugar de evitándola.
Mala noticia cuando el aturdimiento químico da lugar a uno de otra índole: la seguridad y la comodidad. Sentarse en un sillón cómodo a ver un programa cómodo, que nos permita ver lo peligroso que es el mundo y lo afortunados que somos al estar seguros en nuestras casa, con nuestros trabajos seguros, con nuestra mujer segura, con la cuenta del banco, las tarjetas, los electrodomésticos, la aspiración al último juguete tecnológico, el barrio cerrado o la puerta con tres cerraduras; rezando porque nada cambie y que nadie venga a rompernos las bolas.
Mala noticia cuando la maravilla ante lo desconocido, la adrenalina ante una nueva y atrevida idea, la fascinación ante el peligro de no saber lo que vendrá, la lucha diaria por el amor, el ascenso en el goce artístico, las equivocaciones y el arrepentimiento, la amistad donde ir a depositar nuestras cavilaciones existenciales, se cambian por los amigos de anécdotas repetidas, la desidia, la satisfacción propia y el mero consumismo.
Para este nuevo 2013 les deseo un feliz y peligroso año. Es muy respetable rechazar la oferta, y en ese entonces al menos lo deseo para mí.
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