Si el río es el caudal que avanza hacia el mar, entonces nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. Si en cada circunstancia nos construimos y cambiamos, entonces no somos la persona que fuimos hace un tiempo atrás. Es un buen argumento para decirle a una señorita “Perdón, me confunde con otro que fuí”, justo antes del segundo beso y justo después de la primera decepción.
Para colmo el ánimo va y viene como una pelotita blanca aporreada por dos chinos en un partido de ping pong. Y Dios pancho, sacó platea. El optimismo te hace creer que no te para ni la hinchada de Chicago viniendo de perder el clásico, y al segundo te muestra que levantarse a la mañana puede ser tan difícil como escalar el Kilimanjaro, en ojotas y para atrás.
De un instante a otro creemos y dudamos; afirmamos, negamos y vuelta a afirmar; amamos, odiamos y hasta la indiferencia aparece para jugar un rato al desconfío; vamos, venimos y vuelta a ir ¡Basta! ¿Cuántas veces tenemos que morir y nacer?
Cada segundo somos una nueva persona, y lo único que une al niño que fui con lo que soy es la memoria ...
... bueno, y el sabor agridulce de algunos buenos recuerdos y el dolor de otros no tan buenos ...
...
... y las frustraciones ...
... y los defectos ...
... y las decepciones, y la vergüenza, las cicatrices, los dolores, las limitaciones, el remordimiento, los vicios, los sueños, la mueca torcida ... ... ...
¡Las bolas! Al final soy siempre el mismo pelotudo, y encima igual de contradictorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario