Las causas nobles son muy buena cosa, pero no hay que olvidarse de vivir.
Un dilema: ¿El bigotudo de Nietzche o el barbudo de Nazareth?
Me gusta imaginar que ambos se llevaran bien, y que si así no fuera, cayera Hegel para amigarlos en una síntesis superadora. Esto sería, invitarlos a dejar los temas serios de lado e ir por vino y contar chistes de egipcios y alemanes.
Imagino a Friedrich llevándose la copa a los labios y Jesús advirtiendo “Ojo, que es mi sangre”, provocando el asombro de un Nietzche petrificado, seguido de los tres personajes muertos de risa. A lo cual Friedrich agregaría “Sos un guacho” (en un doble sentido aludiendo al “Dios ha muerto”). Más risas. Y Jesús evitando seguir con un “pero a tu vieja sí y a la mía no”, sospechando que eso ya no sería gracioso para el bigotudo... Tacto
Tengo fe en que a los hombres los une más la inteligencia que las ideas.
Claro que siempre se pueden encontrar ejemplos extremos en que esto no aplica, si, si, si, no agarre por ahí, por favor. Salgamos un poco de la posición confrontativa y de buscar los extremos, que el debate continuo desgasta.
Y si va a replicar, tenga en cuenta que prefiero que me bajen de un hondazo inteligente a que me adulen por diplomacia. Si me insulta con ingenio tenga por seguro, que por ofensivo que sea, me reiré con usted y lo apreciaré como si fuera un amigo.
Me gustaría que la gente se diera la oportunidad de apreciar el ingenio antes de alinearse tras un uniforme. Si empezamos a considerar las consecuencias últimas de cada pensamiento, entonces tengamos en cuenta que no se salva nadie, y entonces directamente bajemos la cortina y vayámonos todos a la mierda.
Dejemos la calificación extrema para la acción extrema y no para cada palabra y acción diaria. Relajémonos un poco y no hagamos como el perro del hortelano.
Donde haga falta, ahí sí patada al pecho; pero con el resto a tomar lo bueno, que es poco y grande, y no vale la pena dejarlo pasar.
La razón es una puta a la que siempre usaron para justificar cualquier idea. El único que quiso someterse genuinamente a la razón no pudo salir del “cogito ergo sum”, y luego se dio cuenta que para ser hombre había que soltarla e ir más allá.
Hay que hacerse cargo de que nadie tiene razón de manera absoluta. Nadie puede justificar hasta las últimas consecuencias sus ideas. Todos adaptamos la razón a nuestros impulsos previos y no al revés, nadie arma sus principios en base a la razón, sino lo contrario, por eso se llaman “principios”.
¿Por qué hacer las cosas bien? No por razón ni verdad, sino por una cuestión estética. No somos buenos razonadores, pero somos capaces de apreciar la belleza. Realizar proezas, un buen trabajo o una acción noble ¿Para qué? Para luego sentarnos a disfrutar del goce que produce la belleza que eso representa ¿Salir adelante en las peores situaciones? Sí ¿Por qué? Porque es una actitud bella; por el mero goce estético.
¿Cómo se justifica la virtud? No se rompan la cabeza buscando explicaciones razonables, que se justifica sencillito: ¡¡Porque es lindo!!
Y bueno, del amor, ni hablar... ¡Cuánto nos perdemos por esperar siempre más! ¡Cuánto dejamos de disfrutar si nos quedamos mirando lo que falta, o buscando el borde que no encaja! ¡O peor! Buscando la duda razonable.
Brindo por sentarse más a disfrutar de la belleza y a dejar de buscar motivos para enojarnos. En lugar de eso, dediquémonos a situaciones acordes a nuestra inteligencia en lugar de aunar similares ideologías a lo pavote. Dejémonos tentar un poco por la belleza; dejémonos arrastrar sin significados hacia los brazos de Afrodita.
Y dejemos a Nietzche, Jesús y Hegel tomar vino y cagarse de risa tranquilos. Que a esta altura deben estar podridos de que los citen.
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