Para mí, crear algo escrito, lo que sea y sin entrar a considerar su calidad, es intentar una metamorfosis. El gusano en mariposa, aunque las más de las veces quede en simple intento.
Escribo como intento de llevar armonía donde no la hay, porque trato de iluminar con las formas de la palabra escrita la oscuridad de lo tenebroso, lo incomprensible o lo angustiante. Escribo para intentar transformar el choque de la controversia en la gracia de lo incoherente. Exagero los hechos para que aflore el absurdo y lo inunde todo, y la miseria se disfrace de arlequin y se pierda en el corso que antes era lo cotidiano (lo que intento con la palabra otros lo buscan a través del porro, con la diferencia de que mi trabajo intenta la lucidez aún en los tramos más absurdos). Visto a la angustia con metáforas y adjetivos, para que otro tipo de belleza venga al rescate, aunque rara vez llegue a tiempo (ya que mis ideas viajan en carreta). Si una mañana veo un rostro patético en el espejo, invento cuentos sobre esa cara hasta que me tiento de risa, o hasta que un verso triste me deja un sabor agridulce. Y elijo la palabra porque tiene para mí un significado muy especial (y acá podríamos ingresar a un bucle Goedeliano). En la filosofía personal que elijo para explicar mi mundo, la palabra es creadora no sólo de arte, sino de realidad.
¿Y la belleza? ¿Y la virtud? ¿Y las cosas hermosas de esta vida? ¿Por qué no escribo sobre eso? ¡Cuántos hermosos espectáculos desfilaron frente a mis ojos como un carnaval, y entonces dejé la cámara a un lado, y me perdí de todas esas fotos! ¡Sacrilegio! No, no es sacrilegio. Esas imagenes no eran para verlas a través del visor de una reflex, sino para abrir los brazos en cruz y dejar que chocaran de frente, como un colectivo lleno, contra mis retinas desnudas. Viví esas imágenes de una manera tan fugaz como hermosa.
¿Y la belleza? ¿Y la virtud? ¿Y las cosas hermosas de esta vida?
Esas las vivo con todo el cuerpo, las bebo con toda el alma. No las escribo, no las transformo porque no tengo necesidad ni quiero hacerlo bajo ninguna circunstancia. Yo me ocupo de gusanos, y esas ya son mariposas.
Avanti, bersaglieri, che la vittoria é nostra!
lunes, 24 de junio de 2013
El sueño
Ese sueño estaba tan lleno de oscuridad, de silencio, atestado de fría e insípida muerte. Él sabía que era sólo un sueño. Pero también sabía que no poder escapar de una pesadilla es teñirla de realidad, es convertirla en certeza y darle ese falso absoluto que distingue a la existencia de la extinción.
No quería permanecer en ese silencio difunto, en ese vacío tan limpio, tan inocuo.
Sus ojos navegaban abiertos y a la deriva en una noche sin firmamento. Pero sabía que en realidad estaban tan cerrados como su fría boca; como sus manos, calladas e inmóviles; como sus pies, mudos y desnudos.
En medio de su abismo buscó fuerzas. Intentó reunir a esas heroicas huestes que a veces logran torcer un destino, que a veces logran enderezarlo. Buscó el brío, la osadía; persiguió el descaro y el desgarro; hostigó a esa fuerza redentora que acude cuando ya no queda nada y la utilizó toda de una vez, como un disparo; pero esta vez la dirigió al funesto, al sombrío portador de la paz inútil. Esta vez dirigió su proyectil contra el siniestro, contra su pesadilla patibularia.
Se montó en esa bala y atravesó el puente infinito. Transitó los nebulosos pasajes, los eternos laberintos. Pasó los muros sin temer al misterioso y lóbrego cancerbero y cruzó el río sin dar cuentas al insobornable Caronte.
Abrió sus ojos. Dormido aún los abrió.
Y allí estaban todos ellos. Sus amados compañeros de naufragio. Por un segundo los vio. Los acarició con sus pupilas débiles pero profundas, aún encendidas.
Les obsequió una mirada y un dulce silencio. Ya no le quedaban fuerzas para intentar juntar palabras.
La noche lo venció y cerró sus pesados párpados. Y volvió a dormir. Y regresó exhausto a su sueño, a su muerte. Pero por un segundo, quizás dos, vivió.
Quizás por dos segundos su sonrisa, la de ella, provocó el maravilloso escalofrío que recorrió su espinazo y un cosquilleo le dio el regocijo y el valor para volver a soportar, una vez más, aquel delirio aciago, aquel desamparo imposible, aquella pesadilla tan muerta.
No quería permanecer en ese silencio difunto, en ese vacío tan limpio, tan inocuo.
Sus ojos navegaban abiertos y a la deriva en una noche sin firmamento. Pero sabía que en realidad estaban tan cerrados como su fría boca; como sus manos, calladas e inmóviles; como sus pies, mudos y desnudos.
En medio de su abismo buscó fuerzas. Intentó reunir a esas heroicas huestes que a veces logran torcer un destino, que a veces logran enderezarlo. Buscó el brío, la osadía; persiguió el descaro y el desgarro; hostigó a esa fuerza redentora que acude cuando ya no queda nada y la utilizó toda de una vez, como un disparo; pero esta vez la dirigió al funesto, al sombrío portador de la paz inútil. Esta vez dirigió su proyectil contra el siniestro, contra su pesadilla patibularia.
Se montó en esa bala y atravesó el puente infinito. Transitó los nebulosos pasajes, los eternos laberintos. Pasó los muros sin temer al misterioso y lóbrego cancerbero y cruzó el río sin dar cuentas al insobornable Caronte.
Abrió sus ojos. Dormido aún los abrió.
Y allí estaban todos ellos. Sus amados compañeros de naufragio. Por un segundo los vio. Los acarició con sus pupilas débiles pero profundas, aún encendidas.
Les obsequió una mirada y un dulce silencio. Ya no le quedaban fuerzas para intentar juntar palabras.
La noche lo venció y cerró sus pesados párpados. Y volvió a dormir. Y regresó exhausto a su sueño, a su muerte. Pero por un segundo, quizás dos, vivió.
Quizás por dos segundos su sonrisa, la de ella, provocó el maravilloso escalofrío que recorrió su espinazo y un cosquilleo le dio el regocijo y el valor para volver a soportar, una vez más, aquel delirio aciago, aquel desamparo imposible, aquella pesadilla tan muerta.
sábado, 22 de junio de 2013
Eleodora y los aforismos
Eleodora solía decir que los aforismos eran hijos de escritores a los que el ingenio se les agotaba luego de la primera oración. Al igual que en otros temas, resultaba difícil saber si realmente lo creía así. Pasa que Eleodora gustaba de incomodar a cualquier persona con la que entablaba conversación, sobre todo en reuniones sociales y especialmente a aquellos que por alguna razón le resultaban desagradables.
A modo ejemplo, recuerdo que en ocasión de un ágape, un funcionario del ministerio de cultura consultaba torpemente a los concurrentes sobre sus valores éticos. Para esto los incitaba a elegir entre “rico y feo” y “lindo y pobre”. Al pasar Eleodora cerca del grupo, el funcionario quiso pasar por gracioso y sorprenderla con la pregunta “¿rica y fea?”. Entonces Eleodora lo miró seriamente y le dijo “Y vos forro y puto”.
De la misma manera, en reuniones de literatos Eleodora buscaba la complicidad de algún amigo para que le pidiera opinión sobre los aforismos. Entonces decía, a viva voz, que los escritores de ese estilo eran los eyaculadores precoces de la literatura; disfuncionales que no podían satisfacer a nadie. Con el tiempo, el único de estos escritores que aún no le negaba el saludo era don José Narosky, quien nunca había escuchado hablar de ella.
Aprovechando la ausencia (esperamos momentánea) de Eleodora, damos a conocer algunas de sus frases más representativas que, quizás a su pesar, hasta podrían pasar por aforismos:
- No soy yo cuando me canso
- El buen razonador debe ser hábil púgil como segunda opción
- Ni machismo ni feminismo, la estupidez es unisex
- Su reputación lo precede, por eso cuando llega ya todos se han marchado
- No existen las ideas estúpidas, sólo existen las personas estúpidas
- Llueven ideas y yo sin papel (una de las inscripciones que dejó en la puerta de un baño)
- ¿Cuánto para que te vayas? (mientras buscaba plata en su cartera)
- Seguramente no entendés lo que te digo, pero te doy una ayudita: ahora es cuando te ofendés
- Este tipo está en el padrón de los boludos y ya votó ocho veces
- ¡Se armó la gorda! Agarrá un pancito y huyamos por la derecha
- Estoy buscando a alguien, pero mientras lo encuentro usted está bastante bien
A modo ejemplo, recuerdo que en ocasión de un ágape, un funcionario del ministerio de cultura consultaba torpemente a los concurrentes sobre sus valores éticos. Para esto los incitaba a elegir entre “rico y feo” y “lindo y pobre”. Al pasar Eleodora cerca del grupo, el funcionario quiso pasar por gracioso y sorprenderla con la pregunta “¿rica y fea?”. Entonces Eleodora lo miró seriamente y le dijo “Y vos forro y puto”.
De la misma manera, en reuniones de literatos Eleodora buscaba la complicidad de algún amigo para que le pidiera opinión sobre los aforismos. Entonces decía, a viva voz, que los escritores de ese estilo eran los eyaculadores precoces de la literatura; disfuncionales que no podían satisfacer a nadie. Con el tiempo, el único de estos escritores que aún no le negaba el saludo era don José Narosky, quien nunca había escuchado hablar de ella.
Aprovechando la ausencia (esperamos momentánea) de Eleodora, damos a conocer algunas de sus frases más representativas que, quizás a su pesar, hasta podrían pasar por aforismos:
- No soy yo cuando me canso
- El buen razonador debe ser hábil púgil como segunda opción
- Ni machismo ni feminismo, la estupidez es unisex
- Su reputación lo precede, por eso cuando llega ya todos se han marchado
- No existen las ideas estúpidas, sólo existen las personas estúpidas
- Llueven ideas y yo sin papel (una de las inscripciones que dejó en la puerta de un baño)
- ¿Cuánto para que te vayas? (mientras buscaba plata en su cartera)
- Seguramente no entendés lo que te digo, pero te doy una ayudita: ahora es cuando te ofendés
- Este tipo está en el padrón de los boludos y ya votó ocho veces
- ¡Se armó la gorda! Agarrá un pancito y huyamos por la derecha
- Estoy buscando a alguien, pero mientras lo encuentro usted está bastante bien
jueves, 20 de junio de 2013
Ironía
Hemos podido rescatar del olvido una composición infantil de Eleodora. La misma fue encontrada entre multitud de otros papeles importantes, tales como intimaciones de pago y denuncias penales. La historia de esta obra se pudo esclarecer gracias a la ayuda de Elibunda, la madre de Eleodora.
En ocasión en que la maestra de lengua y literatura explicara a los alumnos el concepto de ironía, y tras haberles dado la tarea de realizar una composición acerca de dicho término, Eleodora recordó las viejas charlas de su tía Carlota con su madre. Estas conversaciones entre Carlota y Elibunda se desarrollaban en la más completa intimidad. Sin embargo, las mujeres no se percataban de la presencia de la pequeña Eleodora quien, como todo niño, permanecía atenta a las “charlas de grandes”.
La desaparición de su tía marcó a la pequeña Eleodora. La tía Carlota un día salió de su casa rumbo al mercado y nunca más volvió. Este hecho la conmovió profundamente y el recuerdo más vivo que conservó fueron esas conversaciones con su madre. De allí tomó el tema de su composición sobre la ironía, el cual demostró comprender íntimamente.
Si bien el contenido poético de esta obra demuestra una clara precocidad, no tiene ningún valor estético, y según las palabras textuales de críticos calificados “es una cagada”. Sin embargo conserva un poder fundacional. En un momento en que estaba en boga la “poesía erótica”, se puede considerar a la pequeña Eledora y a este poema precursores de la “poesía irónica”.
¡Sí, claro!
Me preguntas si me molestan tus ansias de noche,
pides que mis redes liberen tu cuerpo y te dejen volar,
Indagas si me molestan tus borracheras y la mar en coche,
Sí, hágase tu voluntad. No, claro ¿Qué me va a molestar?
Y cuando regresas a casa con tu paso beodo
las alacenas barres y no importa que ocurra;
tus manos torpes por el alcohol arrojan todo.
No te inquietes ni te preocupes, total limpia la burra.
Cuando al fin al lecho caes, casi al amanecer
y solo queda mi sueño muerto y mi ilusión rota,
noto en tu cuerpo un aroma ajeno nacer
Esgrimes tu ignorancia, y yo soy la hija de la pavota.
Tu sueño se desvanece, saludas al mediodía y acotas:
“Vida mía, tengo hambre, ¿por qué no vas al mercado?”
Te sientes seguro, salgo y me despides, nada notas
¡Claro amor mío, en un rato vuelvo, esperá sentado!
Eleodora
En ocasión en que la maestra de lengua y literatura explicara a los alumnos el concepto de ironía, y tras haberles dado la tarea de realizar una composición acerca de dicho término, Eleodora recordó las viejas charlas de su tía Carlota con su madre. Estas conversaciones entre Carlota y Elibunda se desarrollaban en la más completa intimidad. Sin embargo, las mujeres no se percataban de la presencia de la pequeña Eleodora quien, como todo niño, permanecía atenta a las “charlas de grandes”.
La desaparición de su tía marcó a la pequeña Eleodora. La tía Carlota un día salió de su casa rumbo al mercado y nunca más volvió. Este hecho la conmovió profundamente y el recuerdo más vivo que conservó fueron esas conversaciones con su madre. De allí tomó el tema de su composición sobre la ironía, el cual demostró comprender íntimamente.
Si bien el contenido poético de esta obra demuestra una clara precocidad, no tiene ningún valor estético, y según las palabras textuales de críticos calificados “es una cagada”. Sin embargo conserva un poder fundacional. En un momento en que estaba en boga la “poesía erótica”, se puede considerar a la pequeña Eledora y a este poema precursores de la “poesía irónica”.
¡Sí, claro!
Me preguntas si me molestan tus ansias de noche,
pides que mis redes liberen tu cuerpo y te dejen volar,
Indagas si me molestan tus borracheras y la mar en coche,
Sí, hágase tu voluntad. No, claro ¿Qué me va a molestar?
Y cuando regresas a casa con tu paso beodo
las alacenas barres y no importa que ocurra;
tus manos torpes por el alcohol arrojan todo.
No te inquietes ni te preocupes, total limpia la burra.
Cuando al fin al lecho caes, casi al amanecer
y solo queda mi sueño muerto y mi ilusión rota,
noto en tu cuerpo un aroma ajeno nacer
Esgrimes tu ignorancia, y yo soy la hija de la pavota.
Tu sueño se desvanece, saludas al mediodía y acotas:
“Vida mía, tengo hambre, ¿por qué no vas al mercado?”
Te sientes seguro, salgo y me despides, nada notas
¡Claro amor mío, en un rato vuelvo, esperá sentado!
Eleodora
jueves, 13 de junio de 2013
No me atrevo
El primer escrito de Eleodora Brunilda Sansón fue encontrado en la cabecera de su cama.
Literalmente allí.
La inspiración la sorprendió con la cabeza sobre su almohada; y al no contar con otros elementos a mano, se dispuso a grabar un poema con sus uñas sobre el cabezal de madera. Luego de desaparecer perseguida por la mafia china, un equipo de mudanzas se percató de la obra y dio aviso a sus conocidos, lo cual permitió su transcripción.
Esta obra fue inspirada por uno de sus primeros amores: Manuel. Fue una relación hija de la casualidad, un día en que Eleodora amaneció algo atrevida y Manuel era el único habitante de la parada del 132 que ella frecuentaba a diario. No fue amor a primera vista, pero hacía frío. Esta relación no duró más de dos semanas, y aún así dejó en la vida de Eleodora una huella profunda.
Luego de estos encuentros, la mencionada parada del 132 no volvió a albergar otros pacientes pasajeros, recibiendo la visita única y solitaria de Eleodora.
Del contenido de esta obra, anterior a su huída, también se deduce que Eleodora visitaba el impenetrable con asiduidad.
Este poema no respeta métricas ni rimas, tal como gustaba a Eleodora, que opinaba que la poesía clásica era “Para maricones que se la comían con miel” (mostrando en esta frase todo su poder metafórico). Pero también aquí muestra su escritura ecléctica, que combina poesía con narrativa; recurso que introducía cuando se sacaba de sus casillas, cosa que sucedía con más frecuencia cuando estaba beoda.
No me atrevo
No me atrevo a profanar ese rincón de la cama;
ese paraje donde antes habitara tu existencia.
Al partir me obsequiaste con un vacío inalterable;
sobre el cual mi cuerpo dormido se niega a avanzar.
La cama yace dividida por un meridiano inexpugnable,
al cual no me atrevo yo, ni aún apurada por el trago.
Yo, que me atreví al impenetrable chaqueño
donde los wichis por cientos de mis manos huían;
No me atrevo a ingresar a esa zona de desastre
donde perdura imborrable tu olor nauseabundo.
Lugar habitado por fantasmas de suspiros,
y también por migas de pan y galletas, hijo de puta.
Tu ausencia duele en los confines del recuerdo,
pero aún más duele el olor acre en el colchón, indeleble.
Recuerdo aquella mañana en que aún dormías y mis dedos recorrieron tu espalda por vez primera. Bajo el sol del amanecer, el paso de mis yemas comprobaron que el caoba de tu piel no era más que una débil película que ocultaba una dermis blanquecina. Y aún recuerdo la sorpresa en tu rostro cuando luego, al mediodía, notaste frente al espejo una inscripción en tu espalda que rezaba “lavame sucio”.
En tu lado de la cama no hay paraíso sino simple selva,
donde creció el musgo y evolucionó el invertebrado.
No me atrevo a profanar ese rincón de la cama;
ese paraje donde antes habitara tu existencia.
De tu lado no me animo; ni en pedo me atrevo.
Eleodora Brunilda Sansón
Literalmente allí.
La inspiración la sorprendió con la cabeza sobre su almohada; y al no contar con otros elementos a mano, se dispuso a grabar un poema con sus uñas sobre el cabezal de madera. Luego de desaparecer perseguida por la mafia china, un equipo de mudanzas se percató de la obra y dio aviso a sus conocidos, lo cual permitió su transcripción.
Esta obra fue inspirada por uno de sus primeros amores: Manuel. Fue una relación hija de la casualidad, un día en que Eleodora amaneció algo atrevida y Manuel era el único habitante de la parada del 132 que ella frecuentaba a diario. No fue amor a primera vista, pero hacía frío. Esta relación no duró más de dos semanas, y aún así dejó en la vida de Eleodora una huella profunda.
Luego de estos encuentros, la mencionada parada del 132 no volvió a albergar otros pacientes pasajeros, recibiendo la visita única y solitaria de Eleodora.
Del contenido de esta obra, anterior a su huída, también se deduce que Eleodora visitaba el impenetrable con asiduidad.
Este poema no respeta métricas ni rimas, tal como gustaba a Eleodora, que opinaba que la poesía clásica era “Para maricones que se la comían con miel” (mostrando en esta frase todo su poder metafórico). Pero también aquí muestra su escritura ecléctica, que combina poesía con narrativa; recurso que introducía cuando se sacaba de sus casillas, cosa que sucedía con más frecuencia cuando estaba beoda.
No me atrevo
No me atrevo a profanar ese rincón de la cama;
ese paraje donde antes habitara tu existencia.
Al partir me obsequiaste con un vacío inalterable;
sobre el cual mi cuerpo dormido se niega a avanzar.
La cama yace dividida por un meridiano inexpugnable,
al cual no me atrevo yo, ni aún apurada por el trago.
Yo, que me atreví al impenetrable chaqueño
donde los wichis por cientos de mis manos huían;
No me atrevo a ingresar a esa zona de desastre
donde perdura imborrable tu olor nauseabundo.
Lugar habitado por fantasmas de suspiros,
y también por migas de pan y galletas, hijo de puta.
Tu ausencia duele en los confines del recuerdo,
pero aún más duele el olor acre en el colchón, indeleble.
Recuerdo aquella mañana en que aún dormías y mis dedos recorrieron tu espalda por vez primera. Bajo el sol del amanecer, el paso de mis yemas comprobaron que el caoba de tu piel no era más que una débil película que ocultaba una dermis blanquecina. Y aún recuerdo la sorpresa en tu rostro cuando luego, al mediodía, notaste frente al espejo una inscripción en tu espalda que rezaba “lavame sucio”.
En tu lado de la cama no hay paraíso sino simple selva,
donde creció el musgo y evolucionó el invertebrado.
No me atrevo a profanar ese rincón de la cama;
ese paraje donde antes habitara tu existencia.
De tu lado no me animo; ni en pedo me atrevo.
Eleodora Brunilda Sansón
miércoles, 12 de junio de 2013
Homenaje
Hoy se conmemoran tres años de la desaparición física de Eleodora Brunilda Sansón; escritora poco prolífica, pero con un talento innato sin par. Su prosa ecléctica y cargada de originalidad la llevó a lugares insospechados para un literato, como aquella vez en que fue obligada por la fuerza pública a limpiar la puerta de un baño a la que había cargado de frases soeces. Nunca publicó sus trabajos; no por convicción sino por la incomprensión de un público que no quiso abrir sus puertas a una prosa que los adelantaba.
Eleodora Brunilda Sansón nació un 8 de noviembre de 1975 en el bajo Flores y fue bautizada con el nombre de Selene Capriati. Hija de don Ramón Capriati y doña Elibunda Macarena Sánchez, ambos noruegos de nacimiento y emigrados al país buscando mejores oportunidades económicas. Selene heredó de sus padres este mismo sentido de la oportunidad.
Apenas Selene aprendió sus primeras letras (las vocales y la eme), tomó la famosa frase y compuso una original variación que rezaba “mi mamá me mama”; haciendo referencia a las infusiones de Hesperidina que le convidara doña Elibunda desde su más temprana edad, para acallar sus frecuentes berrinches, una característica que luego se fusionaría en su particular estilo, aunando los berrinches con la Hesperidina.
Luego de esa primera composición Selene pensó en tomar un nombre artístico y se decidió por Ela Dora Brunilda Sansón, buscando un seudónimo con carácter más Americano, lo cual no pudo lograr de manera convincente.
Era de una contextura física ancha y sin curvas, con un torso cuadrado; esto, sumado al carácter caucásico de su piel, hizo que sus amigos la comparasen con el gélido electrodoméstico, debiendo abandonar el nombre de “Ela Dora” para dar lugar a “Eleodora”.
Así surgió, entre idas y vueltas, el querido nombre de Eleodora Brunilda Sansón.
Quise erigir este pequeño homenaje a tres años de sus desaparición física.
Parece mentira, pero ya han transcurrido tres largos años desde que desapareciera físicamente del país, amenazada por la mafia china, a la que debía dinero por negocios turbios relacionados con los supermercados.
Hoy en día nadie conoce su paradero, pero dicen haberla visto por Ciudad del Este; lugar del cual se habría fugado, perseguida por un grupo de sefaradíes luego de haberlos estafado con un cargamento de ventiladores. Algunos meses después parece haber hecho apariciones esporádicas por el impenetrable chaqueño, donde comunidades enteras de wichis dicen haber sido abusadas por una mujer parecida a las cajas blancas que la gente tiene en sus cocinas para guardar los alimentos.
Luego de su huída de Buenos Aires, algunas de sus obras fueron encontradas en distintos lugares de su casa. No las escondía, sino que simplemente no tenía un lugar fijo para realizar sus composiciones. Cuando la inspiración la sorprendía, tomaba los elementos que tuviera a mano para plasmar sus ideas. Su caligrafía podía variar entre mediocre y espantosa, dependiendo de lo que estuviera haciendo en el momento en que surgiera la escritura; así es como la mayoría de sus manuscritos presentan una letra forzada, e incluso con rasgaduras en el papel.
Era afecta a la bebida, y si bien frecuentaba la Hesperidina por una cuestión sentimental, expresaba su mayor gusto por el Cynar y la Ferrochina Bisleri. En ocasión en que fue sorprendida por las musas en plena bebida, y hallándose ajena de instrumentos de escritura, logró componer el comienzo de su mejor poema surrealista utilizando el culo de un vaso y la Ferrochina derramada, aplicando la impresión sobre el papel madera que antes fuera el envoltorio de un sandwich de mortadela. Y así nació esa memorable primera estrofa “O O O O O”
Eleodora Brunilda Sansón. Viajera, filibustera y borracha incansable; deseamos que puedas continuar dando luz tus creaciones donde sea que hoy estés. Y éste es nuestro homenaje.
Eleodora Brunilda Sansón nació un 8 de noviembre de 1975 en el bajo Flores y fue bautizada con el nombre de Selene Capriati. Hija de don Ramón Capriati y doña Elibunda Macarena Sánchez, ambos noruegos de nacimiento y emigrados al país buscando mejores oportunidades económicas. Selene heredó de sus padres este mismo sentido de la oportunidad.
Apenas Selene aprendió sus primeras letras (las vocales y la eme), tomó la famosa frase y compuso una original variación que rezaba “mi mamá me mama”; haciendo referencia a las infusiones de Hesperidina que le convidara doña Elibunda desde su más temprana edad, para acallar sus frecuentes berrinches, una característica que luego se fusionaría en su particular estilo, aunando los berrinches con la Hesperidina.
Luego de esa primera composición Selene pensó en tomar un nombre artístico y se decidió por Ela Dora Brunilda Sansón, buscando un seudónimo con carácter más Americano, lo cual no pudo lograr de manera convincente.
Era de una contextura física ancha y sin curvas, con un torso cuadrado; esto, sumado al carácter caucásico de su piel, hizo que sus amigos la comparasen con el gélido electrodoméstico, debiendo abandonar el nombre de “Ela Dora” para dar lugar a “Eleodora”.
Así surgió, entre idas y vueltas, el querido nombre de Eleodora Brunilda Sansón.
Quise erigir este pequeño homenaje a tres años de sus desaparición física.
Parece mentira, pero ya han transcurrido tres largos años desde que desapareciera físicamente del país, amenazada por la mafia china, a la que debía dinero por negocios turbios relacionados con los supermercados.
Hoy en día nadie conoce su paradero, pero dicen haberla visto por Ciudad del Este; lugar del cual se habría fugado, perseguida por un grupo de sefaradíes luego de haberlos estafado con un cargamento de ventiladores. Algunos meses después parece haber hecho apariciones esporádicas por el impenetrable chaqueño, donde comunidades enteras de wichis dicen haber sido abusadas por una mujer parecida a las cajas blancas que la gente tiene en sus cocinas para guardar los alimentos.
Luego de su huída de Buenos Aires, algunas de sus obras fueron encontradas en distintos lugares de su casa. No las escondía, sino que simplemente no tenía un lugar fijo para realizar sus composiciones. Cuando la inspiración la sorprendía, tomaba los elementos que tuviera a mano para plasmar sus ideas. Su caligrafía podía variar entre mediocre y espantosa, dependiendo de lo que estuviera haciendo en el momento en que surgiera la escritura; así es como la mayoría de sus manuscritos presentan una letra forzada, e incluso con rasgaduras en el papel.
Era afecta a la bebida, y si bien frecuentaba la Hesperidina por una cuestión sentimental, expresaba su mayor gusto por el Cynar y la Ferrochina Bisleri. En ocasión en que fue sorprendida por las musas en plena bebida, y hallándose ajena de instrumentos de escritura, logró componer el comienzo de su mejor poema surrealista utilizando el culo de un vaso y la Ferrochina derramada, aplicando la impresión sobre el papel madera que antes fuera el envoltorio de un sandwich de mortadela. Y así nació esa memorable primera estrofa “O O O O O”
Eleodora Brunilda Sansón. Viajera, filibustera y borracha incansable; deseamos que puedas continuar dando luz tus creaciones donde sea que hoy estés. Y éste es nuestro homenaje.
domingo, 9 de junio de 2013
El poder de la indiferencia
Todo comenzó allá por los años sesenta. Con Ignacio, mi camarada ideológico, café mediante disertábamos sobre una teoría que explicaba el poder que tiene la indiferencia en las relaciones humanas. Nos maravillábamos de la supremacía estratégica que cobra aquel que logra establecerse en una postura indiferente. Nos sorprendíamos al descubrir cómo el carácter apático se eleva y domina por sobre aquel otro que expresa sinceramente sus preocupaciones y necesidades más íntimas. En fin, hablábamos sobre la manera en que sucumbíamos ante la indiferencia de las mujeres.
Fue entonces cuando se nos ocurrió llevar esta poderosa idea al plano político. Si la postura apática lograba un poder tan absoluto en las relaciones de dos ¡Qué no podría lograr cuando se aplicaba a las masas!
De este modo decidimos crear el MSI, el “Movimiento Sin Importancia”.
Los comienzos del MSI fueron difíciles. Apenas gestada la idea quisimos ser consecuentes y demostrarnos poco entusiasmo. Coincidimos en que la primera medida debía ser la de establecer un saludo que nos identificara. Algo claro, certero y simple; que no dejara lugar a dudas sobre el sentido de nuestro movimiento. Debía competir con los dedos en “V”, con el puño en alto, con la venia. Entonces decidimos que nuestro saludo consistiría en un leve levantamiento simultáneo de ambos hombros.
Rápidamente se adhirió gente a la que nunca preguntamos nada, como tampoco ellos a nosotros; y al poco tiempo surgieron dentro del MSI otras agrupaciones, como los moderados del frente “Y a mi qué” y el grupo “Ma’si, morite”, que se convirtió en el ala más dura y extrema del partido. Hoy todavía se recuerdan los grandes períodos de inactividad del grupo “Ma’si morite”, que fueron todos. Si bien el MSI era bastante heterogéneo todos coincidíamos en que nuestra lucha era desinteresada.
Por su naturaleza, la agrupación MSI nunca logró solidez. Pasaron los años y vimos que no habíamos hecho ni una sola reunión del partido, así que Ignacio y yo coincidimos en que estábamos preparados para ir por el poder político en grande.
Intentamos por varios caminos. El primero fue sugerido por la agrupación “Ma’si, morite”. La idea era algo extrema: Planeamos un desembarco en las costas de nuestra isla, para así realizar una demostración de fuerza.
Al llegar a la costa bajé del bote encabezando el grupo y nos encontramos ante la mirada amenazante de un gran pelotón del ejército que se había dispuesto a repelernos. Tomamos posición en la playa. Éramos una treintena de hombres dispuestos a todo. Extendimos algunas lonas sobre la arena, tomamos un poco de sol, nos refrescamos en el agua del mar y, al cabo de dos horas, subimos al bote y nos retiramos por donde habíamos llegado. Era nuestro primer y más rotundo éxito: nadie imaginó ningún interés de parte nuestra. Pero con Ignacio empezamos a sospechar de la eficacia de nuestra estrategia.
Luego alguien sugirió que, si bien no le importaba lo que hiciéramos, podíamos probar un camino más moderado: Las elecciones públicas.
Debo admitir que tuvimos algunos problemas. Por empezar nos costó encontrar a alguien que quisiera ser candidato, así que optamos por un sorteo. El ganador fue Giuseppe Menefrega, un inmigrante italiano naturalizado que no hablaba mucho castellano. Al asumir la candidatura su discurso fue breve pero contundente: Mientras se distraía observando una fuente de empanadas recién servidas en conmemoración del evento, dijo en un tono bajo y atanado: “Si no queda otra”.
Al cabo de unos meses llegaron las elecciones nacionales, pero no nos presentamos. A esa altura, de tanto fingir indiferencia realmente ya no nos interesaba.
Luego de eso puse un tallercito en el que me dedico a reparar electrodomésticos. Ignacio se fue con un circo; cada tanto me escribe pero no volvimos a hablar sobre política. De Guiseppe tampoco supe nada más después de aquel memorable discurso.
Todavía no entiendo qué fue lo que falló, porque la idea era buena.
Fue entonces cuando se nos ocurrió llevar esta poderosa idea al plano político. Si la postura apática lograba un poder tan absoluto en las relaciones de dos ¡Qué no podría lograr cuando se aplicaba a las masas!
De este modo decidimos crear el MSI, el “Movimiento Sin Importancia”.
Los comienzos del MSI fueron difíciles. Apenas gestada la idea quisimos ser consecuentes y demostrarnos poco entusiasmo. Coincidimos en que la primera medida debía ser la de establecer un saludo que nos identificara. Algo claro, certero y simple; que no dejara lugar a dudas sobre el sentido de nuestro movimiento. Debía competir con los dedos en “V”, con el puño en alto, con la venia. Entonces decidimos que nuestro saludo consistiría en un leve levantamiento simultáneo de ambos hombros.
Rápidamente se adhirió gente a la que nunca preguntamos nada, como tampoco ellos a nosotros; y al poco tiempo surgieron dentro del MSI otras agrupaciones, como los moderados del frente “Y a mi qué” y el grupo “Ma’si, morite”, que se convirtió en el ala más dura y extrema del partido. Hoy todavía se recuerdan los grandes períodos de inactividad del grupo “Ma’si morite”, que fueron todos. Si bien el MSI era bastante heterogéneo todos coincidíamos en que nuestra lucha era desinteresada.
Por su naturaleza, la agrupación MSI nunca logró solidez. Pasaron los años y vimos que no habíamos hecho ni una sola reunión del partido, así que Ignacio y yo coincidimos en que estábamos preparados para ir por el poder político en grande.
Intentamos por varios caminos. El primero fue sugerido por la agrupación “Ma’si, morite”. La idea era algo extrema: Planeamos un desembarco en las costas de nuestra isla, para así realizar una demostración de fuerza.
Al llegar a la costa bajé del bote encabezando el grupo y nos encontramos ante la mirada amenazante de un gran pelotón del ejército que se había dispuesto a repelernos. Tomamos posición en la playa. Éramos una treintena de hombres dispuestos a todo. Extendimos algunas lonas sobre la arena, tomamos un poco de sol, nos refrescamos en el agua del mar y, al cabo de dos horas, subimos al bote y nos retiramos por donde habíamos llegado. Era nuestro primer y más rotundo éxito: nadie imaginó ningún interés de parte nuestra. Pero con Ignacio empezamos a sospechar de la eficacia de nuestra estrategia.
Luego alguien sugirió que, si bien no le importaba lo que hiciéramos, podíamos probar un camino más moderado: Las elecciones públicas.
Debo admitir que tuvimos algunos problemas. Por empezar nos costó encontrar a alguien que quisiera ser candidato, así que optamos por un sorteo. El ganador fue Giuseppe Menefrega, un inmigrante italiano naturalizado que no hablaba mucho castellano. Al asumir la candidatura su discurso fue breve pero contundente: Mientras se distraía observando una fuente de empanadas recién servidas en conmemoración del evento, dijo en un tono bajo y atanado: “Si no queda otra”.
Al cabo de unos meses llegaron las elecciones nacionales, pero no nos presentamos. A esa altura, de tanto fingir indiferencia realmente ya no nos interesaba.
Luego de eso puse un tallercito en el que me dedico a reparar electrodomésticos. Ignacio se fue con un circo; cada tanto me escribe pero no volvimos a hablar sobre política. De Guiseppe tampoco supe nada más después de aquel memorable discurso.
Todavía no entiendo qué fue lo que falló, porque la idea era buena.
viernes, 7 de junio de 2013
Viejos son los trapos
Algunas veces pasa que en el transcurso de la vida de una persona, en un determinado momento, algo en el espíritu se rompe. Algo desaparece. Algo que evitaba que un hombre joven y seductor, ahora envejecido, se hurgue las narices en público con una satisfacción casi onanista.
Se podría pensar en una actitud que desafía las buenas costumbres; como el resabio de un espíritu revolucionario venido a menos. Pero no. No es una transgresión debilitada. A estos tipos ya no les importa conservar los modales dado que solamente servían al interés de la seducción y nunca tuvieron un fin mayor.
¿De qué puede servir ahora la conservación de las formas, si antaño sólo se utilizaban con el fin de la conquista amorosa? ¿Para qué ahora, que ya claudicaron en la persecución de la belleza?
Estos "viejos mocosos" (me permito el oxímoron), si alguna vez tuvieron una actitud galante, fue solamente para levantarse minas. Y abandonaron los escrúpulos cuando renunciaron a la esperanza de volver a seducir a alguna mujer.
En cambio, los eternos seductores deben su persistencia a no haberse limitado a la búsqueda de la conquista amorosa, sino en haber logrado, a su vez, el goce que produce la belleza de ciertas formas y armonías que son el caminar de un espíritu sensible y gozoso del buen gusto. No buscan seducir mujeres, sino gozar de sí y brindar ese goce a quien quiera tomarlo, aunque la competencia no buscada les otorgue oponentes tan inoportunos como enfermizos e inevitables, materializados en machos alfa en pañales y con garrote.
Entonces pasa un viejito simpático, con modos y expresiones deliciosos; y alguien pregunta "¿a qué mina quiere levantar?" Y se equivoca. No es por levante, sino la simple continuación de ese eterno goce del pensar, del decir, del transitar la vida.
Son espíritus cuya juventud reside en no haber perdido la vergüenza, a pesar de que el rubor ya no frecuente sus mejillas. Son ancianos que conservan una fuerza que les dice que todavía no es tiempo de rendirse ante la idea de que ya no hay nada que perder.
Aunque la juventud les de vuelta la cara, no se someten a esa seguridad y prefieren seguir temiendo, dudando, esperando. Nunca se rinden, ni firman esa capitulación sacándose los mocos con el dedo en una parada de colectivo.
Se podría pensar en una actitud que desafía las buenas costumbres; como el resabio de un espíritu revolucionario venido a menos. Pero no. No es una transgresión debilitada. A estos tipos ya no les importa conservar los modales dado que solamente servían al interés de la seducción y nunca tuvieron un fin mayor.
¿De qué puede servir ahora la conservación de las formas, si antaño sólo se utilizaban con el fin de la conquista amorosa? ¿Para qué ahora, que ya claudicaron en la persecución de la belleza?
Estos "viejos mocosos" (me permito el oxímoron), si alguna vez tuvieron una actitud galante, fue solamente para levantarse minas. Y abandonaron los escrúpulos cuando renunciaron a la esperanza de volver a seducir a alguna mujer.
En cambio, los eternos seductores deben su persistencia a no haberse limitado a la búsqueda de la conquista amorosa, sino en haber logrado, a su vez, el goce que produce la belleza de ciertas formas y armonías que son el caminar de un espíritu sensible y gozoso del buen gusto. No buscan seducir mujeres, sino gozar de sí y brindar ese goce a quien quiera tomarlo, aunque la competencia no buscada les otorgue oponentes tan inoportunos como enfermizos e inevitables, materializados en machos alfa en pañales y con garrote.
Entonces pasa un viejito simpático, con modos y expresiones deliciosos; y alguien pregunta "¿a qué mina quiere levantar?" Y se equivoca. No es por levante, sino la simple continuación de ese eterno goce del pensar, del decir, del transitar la vida.
Son espíritus cuya juventud reside en no haber perdido la vergüenza, a pesar de que el rubor ya no frecuente sus mejillas. Son ancianos que conservan una fuerza que les dice que todavía no es tiempo de rendirse ante la idea de que ya no hay nada que perder.
Aunque la juventud les de vuelta la cara, no se someten a esa seguridad y prefieren seguir temiendo, dudando, esperando. Nunca se rinden, ni firman esa capitulación sacándose los mocos con el dedo en una parada de colectivo.
jueves, 6 de junio de 2013
¡Qué cosa seria!
Hace unos días me acordaba de un chiste que me gusta mucho. No tanto por su gracia como por su aparente sencillez y contundente mensaje.
El escenario es una gran inundación donde los habitantes del lugar corren el riesgo de morir ahogados. Un hombre de fe queda atrapado en el agua y reza a Dios para que lo salve. En el transcurso de sus plegarias una, dos, y hasta tres lanchas de Defensa Civil intentaron rescatarlo. El tipo no quiso subir a ninguna, y a los tres les enrostró el mismo argumento -Soy un hombre de fe y es Dios quien me va a salvar-
Finalmente el tipo muere ahogado.
En el cielo se encuentra con Dios y le pregunta por qué no lo salvó, siendo que puso su vida en manos de la fe. Dios le responde -¿Qué querés? Te mandé no una, sino TRES lanchas y no quisiste subir a ninguna-
Lo primero que uno puede llegar a pensar es "Entonces tenía que haber tomado la primera, teniendo fe en que la enviaba Dios" ¡No! Porque de esta manera suponemos que el problema está en poder interpretar señales divinas.
El problema de este señor no fue no haber entendido el carácter divino de la ayuda, sino el haber dejado de lado su propia voluntad poniendo a prueba a Dios. En lugar de tomar la lancha y ya, articulando su libertad, se abandonó creyendo que ya contaba con un responsable de su suerte.
El punto no es si las lanchas las envió Dios o no, sino que el tipo no las tomara; que no se hiciera cargo de de su propia suerte o desgracia; que no se hiciera responsable de su vida ¡Y peor aún! se guardó en la manga la figurita de un responsable.
¿Cuál es la gracia de todo esto? No le salió mal, sino pésimo, porque Dios, en lugar de entrar en cavilaciones religiosas sobre el libre albedrío le contestó contundente: "Te mandé tres lanchas". Cortito y directo, lo cagó. Y finalmente el tipo no pudo evadirse de su responsabilidad.
¿El mensaje? Ni la voluntad de Dios puede salvar a quien se esfuerza por condenarse. Y peor que quien no quiere hacerse cargo de su vida es quien, encima, se reserva responsables fuera de sí mismo. Se trata de gentes que, en lugar de arriesgar su voluntad ante las pruebas que impone la vida, abandonan su libertad sólo para tener a quién culpar. Pero olvidan (muy adrede) que abandonar la libertad también es una elección y, como tal implica responsabilidad.
En fin, para el resto tengo una mala noticia y una buena. La mala: De cualquier manera esta gente siempre encuentra a quien culpar. La buena: Los demás también podemos elegir de qué tipo de personas rodearnos y de cuáles no.
El escenario es una gran inundación donde los habitantes del lugar corren el riesgo de morir ahogados. Un hombre de fe queda atrapado en el agua y reza a Dios para que lo salve. En el transcurso de sus plegarias una, dos, y hasta tres lanchas de Defensa Civil intentaron rescatarlo. El tipo no quiso subir a ninguna, y a los tres les enrostró el mismo argumento -Soy un hombre de fe y es Dios quien me va a salvar-
Finalmente el tipo muere ahogado.
En el cielo se encuentra con Dios y le pregunta por qué no lo salvó, siendo que puso su vida en manos de la fe. Dios le responde -¿Qué querés? Te mandé no una, sino TRES lanchas y no quisiste subir a ninguna-
Lo primero que uno puede llegar a pensar es "Entonces tenía que haber tomado la primera, teniendo fe en que la enviaba Dios" ¡No! Porque de esta manera suponemos que el problema está en poder interpretar señales divinas.
El problema de este señor no fue no haber entendido el carácter divino de la ayuda, sino el haber dejado de lado su propia voluntad poniendo a prueba a Dios. En lugar de tomar la lancha y ya, articulando su libertad, se abandonó creyendo que ya contaba con un responsable de su suerte.
El punto no es si las lanchas las envió Dios o no, sino que el tipo no las tomara; que no se hiciera cargo de de su propia suerte o desgracia; que no se hiciera responsable de su vida ¡Y peor aún! se guardó en la manga la figurita de un responsable.
¿Cuál es la gracia de todo esto? No le salió mal, sino pésimo, porque Dios, en lugar de entrar en cavilaciones religiosas sobre el libre albedrío le contestó contundente: "Te mandé tres lanchas". Cortito y directo, lo cagó. Y finalmente el tipo no pudo evadirse de su responsabilidad.
¿El mensaje? Ni la voluntad de Dios puede salvar a quien se esfuerza por condenarse. Y peor que quien no quiere hacerse cargo de su vida es quien, encima, se reserva responsables fuera de sí mismo. Se trata de gentes que, en lugar de arriesgar su voluntad ante las pruebas que impone la vida, abandonan su libertad sólo para tener a quién culpar. Pero olvidan (muy adrede) que abandonar la libertad también es una elección y, como tal implica responsabilidad.
En fin, para el resto tengo una mala noticia y una buena. La mala: De cualquier manera esta gente siempre encuentra a quien culpar. La buena: Los demás también podemos elegir de qué tipo de personas rodearnos y de cuáles no.
domingo, 2 de junio de 2013
El preludio de Bach
En un hogar de Dresde un hombre tocaba el piano. En vano luchaba con sus torpes dedos por ejecutar un preludio de Bach. Las notas surgían una tras otra, disonantes y fuera de tiempo. De repente, la muerte se presentó ante él. El hombre no alcanzó a quitar sus dedos del piano cuando vio su propia alma abandonar su cuerpo.
Entonces la muerte movió aquel despojo inerte hacia un lado, se sentó ante el piano y comenzó a tocar el preludio desde el comienzo.
Inmediatamente se presentó Dios, interrumpió la música, y observando al siniestro hado exclamó:
-¡Oh, eterna Parca ¿Por qué te has llevado a este hombre antes de tiempo? Bien sabes, porque está escrito, que éste no era su destino-
A lo que la muerte respondió:
-No lo hice por el destino, lo hice por Bach-
y continuó tocando.
Entonces la muerte movió aquel despojo inerte hacia un lado, se sentó ante el piano y comenzó a tocar el preludio desde el comienzo.
Inmediatamente se presentó Dios, interrumpió la música, y observando al siniestro hado exclamó:
-¡Oh, eterna Parca ¿Por qué te has llevado a este hombre antes de tiempo? Bien sabes, porque está escrito, que éste no era su destino-
A lo que la muerte respondió:
-No lo hice por el destino, lo hice por Bach-
y continuó tocando.
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