Hemos podido rescatar del olvido una composición infantil de Eleodora. La misma fue encontrada entre multitud de otros papeles importantes, tales como intimaciones de pago y denuncias penales. La historia de esta obra se pudo esclarecer gracias a la ayuda de Elibunda, la madre de Eleodora.
En ocasión en que la maestra de lengua y literatura explicara a los alumnos el concepto de ironía, y tras haberles dado la tarea de realizar una composición acerca de dicho término, Eleodora recordó las viejas charlas de su tía Carlota con su madre. Estas conversaciones entre Carlota y Elibunda se desarrollaban en la más completa intimidad. Sin embargo, las mujeres no se percataban de la presencia de la pequeña Eleodora quien, como todo niño, permanecía atenta a las “charlas de grandes”.
La desaparición de su tía marcó a la pequeña Eleodora. La tía Carlota un día salió de su casa rumbo al mercado y nunca más volvió. Este hecho la conmovió profundamente y el recuerdo más vivo que conservó fueron esas conversaciones con su madre. De allí tomó el tema de su composición sobre la ironía, el cual demostró comprender íntimamente.
Si bien el contenido poético de esta obra demuestra una clara precocidad, no tiene ningún valor estético, y según las palabras textuales de críticos calificados “es una cagada”. Sin embargo conserva un poder fundacional. En un momento en que estaba en boga la “poesía erótica”, se puede considerar a la pequeña Eledora y a este poema precursores de la “poesía irónica”.
¡Sí, claro!
Me preguntas si me molestan tus ansias de noche,
pides que mis redes liberen tu cuerpo y te dejen volar,
Indagas si me molestan tus borracheras y la mar en coche,
Sí, hágase tu voluntad. No, claro ¿Qué me va a molestar?
Y cuando regresas a casa con tu paso beodo
las alacenas barres y no importa que ocurra;
tus manos torpes por el alcohol arrojan todo.
No te inquietes ni te preocupes, total limpia la burra.
Cuando al fin al lecho caes, casi al amanecer
y solo queda mi sueño muerto y mi ilusión rota,
noto en tu cuerpo un aroma ajeno nacer
Esgrimes tu ignorancia, y yo soy la hija de la pavota.
Tu sueño se desvanece, saludas al mediodía y acotas:
“Vida mía, tengo hambre, ¿por qué no vas al mercado?”
Te sientes seguro, salgo y me despides, nada notas
¡Claro amor mío, en un rato vuelvo, esperá sentado!
Eleodora
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