En un hogar de Dresde un hombre tocaba el piano. En vano luchaba con sus torpes dedos por ejecutar un preludio de Bach. Las notas surgían una tras otra, disonantes y fuera de tiempo. De repente, la muerte se presentó ante él. El hombre no alcanzó a quitar sus dedos del piano cuando vio su propia alma abandonar su cuerpo.
Entonces la muerte movió aquel despojo inerte hacia un lado, se sentó ante el piano y comenzó a tocar el preludio desde el comienzo.
Inmediatamente se presentó Dios, interrumpió la música, y observando al siniestro hado exclamó:
-¡Oh, eterna Parca ¿Por qué te has llevado a este hombre antes de tiempo? Bien sabes, porque está escrito, que éste no era su destino-
A lo que la muerte respondió:
-No lo hice por el destino, lo hice por Bach-
y continuó tocando.
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