Avanti, bersaglieri, che la vittoria é nostra!

jueves, 6 de junio de 2013

¡Qué cosa seria!

Hace unos días me acordaba de un chiste que me gusta mucho. No tanto por su gracia como por su aparente sencillez y contundente mensaje.

El escenario es una gran inundación donde los habitantes del lugar corren el riesgo de morir ahogados. Un hombre de fe queda atrapado en el agua y reza a Dios para que lo salve. En el transcurso de sus plegarias una, dos, y hasta tres lanchas de Defensa Civil intentaron rescatarlo. El tipo no quiso subir a ninguna, y a los tres les enrostró el mismo argumento -Soy un hombre de fe y es Dios quien me va a salvar-
Finalmente el tipo muere ahogado.
En el cielo se encuentra con Dios y le pregunta por qué no lo salvó, siendo que puso su vida en manos de la fe. Dios le responde -¿Qué querés? Te mandé no una, sino TRES lanchas y no quisiste subir a ninguna-

Lo primero que uno puede llegar a pensar es "Entonces tenía que haber tomado la primera, teniendo fe en que la enviaba Dios" ¡No! Porque de esta manera suponemos que el problema está en poder interpretar señales divinas.
El problema de este señor no fue no haber entendido el carácter divino de la ayuda, sino el haber dejado de lado su propia voluntad poniendo a prueba a Dios. En lugar de tomar la lancha y ya, articulando su libertad, se abandonó creyendo que ya contaba con un responsable de su suerte.
El punto no es si las lanchas las envió Dios o no, sino que el tipo no las tomara; que no se hiciera cargo de de su propia suerte o desgracia; que no se hiciera responsable de su vida ¡Y peor aún! se guardó en la manga la figurita de un responsable.
¿Cuál es la gracia de todo esto? No le salió mal, sino pésimo, porque Dios, en lugar de entrar en cavilaciones religiosas sobre el libre albedrío le contestó contundente: "Te mandé tres lanchas". Cortito y directo, lo cagó. Y finalmente el tipo no pudo evadirse de su responsabilidad.
¿El mensaje? Ni la voluntad de Dios puede salvar a quien se esfuerza por condenarse. Y peor que quien no quiere hacerse cargo de su vida es quien, encima, se reserva responsables fuera de sí mismo. Se trata de gentes que, en lugar de arriesgar su voluntad ante las pruebas que impone la vida, abandonan su libertad sólo para tener a quién culpar. Pero olvidan (muy adrede) que abandonar la libertad también es una elección y, como tal implica responsabilidad.
En fin, para el resto tengo una mala noticia y una buena. La mala: De cualquier manera esta gente siempre encuentra a quien culpar. La buena: Los demás también podemos elegir de qué tipo de personas rodearnos y de cuáles no.

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