Algunas veces pasa que en el transcurso de la vida de una persona, en un determinado momento, algo en el espíritu se rompe. Algo desaparece. Algo que evitaba que un hombre joven y seductor, ahora envejecido, se hurgue las narices en público con una satisfacción casi onanista.
Se podría pensar en una actitud que desafía las buenas costumbres; como el resabio de un espíritu revolucionario venido a menos. Pero no. No es una transgresión debilitada. A estos tipos ya no les importa conservar los modales dado que solamente servían al interés de la seducción y nunca tuvieron un fin mayor.
¿De qué puede servir ahora la conservación de las formas, si antaño sólo se utilizaban con el fin de la conquista amorosa? ¿Para qué ahora, que ya claudicaron en la persecución de la belleza?
Estos "viejos mocosos" (me permito el oxímoron), si alguna vez tuvieron una actitud galante, fue solamente para levantarse minas. Y abandonaron los escrúpulos cuando renunciaron a la esperanza de volver a seducir a alguna mujer.
En cambio, los eternos seductores deben su persistencia a no haberse limitado a la búsqueda de la conquista amorosa, sino en haber logrado, a su vez, el goce que produce la belleza de ciertas formas y armonías que son el caminar de un espíritu sensible y gozoso del buen gusto. No buscan seducir mujeres, sino gozar de sí y brindar ese goce a quien quiera tomarlo, aunque la competencia no buscada les otorgue oponentes tan inoportunos como enfermizos e inevitables, materializados en machos alfa en pañales y con garrote.
Entonces pasa un viejito simpático, con modos y expresiones deliciosos; y alguien pregunta "¿a qué mina quiere levantar?" Y se equivoca. No es por levante, sino la simple continuación de ese eterno goce del pensar, del decir, del transitar la vida.
Son espíritus cuya juventud reside en no haber perdido la vergüenza, a pesar de que el rubor ya no frecuente sus mejillas. Son ancianos que conservan una fuerza que les dice que todavía no es tiempo de rendirse ante la idea de que ya no hay nada que perder.
Aunque la juventud les de vuelta la cara, no se someten a esa seguridad y prefieren seguir temiendo, dudando, esperando. Nunca se rinden, ni firman esa capitulación sacándose los mocos con el dedo en una parada de colectivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario